Mirada atrevida y sonrisa pícara, definen a Alonso Aparicio, talentoso artista que junto con su pizca de locura y su inusual timbre de voz logra enganchar con covers salidos de Calamaro, Thom Yorke, William Luna, entre otros artistas de los 70’s, 80’s y 90’s. De vez en cuando sube a los buses con ukelele en sus manos, alguna de esas veces ha sido menospreciado por los mismos choferes, pero a él no le afecta aquello; y se siente muy orgulloso y humilde cuando al finalizar su presentación mira el cariño y la aceptación de los pasajeros junto con un chofer avergonzado.
Desde muy pequeño se sintió atraído por la música y a sus siete años comenzó tocando pequeños instrumentos, como el cajón y la flauta, sin olvidar al canto, que poco a poco se convirtió en uno de los instrumentos que más utilizo. En la secundaria él se dedicaba a cantar junto con un grupo de amigos que tocaban guitarra, hasta que se separaron. En ese momento Alonso tomó la decisión de no volver a depender de nadie, desempolvo la guitarra que su hermano poseía desde hace algunos años y observando tutoriales por internet aprendió a tocar a los seis meses, “Como un perro” fue la primera canción que tocó.
Su experiencia en los buses empezó a los 15 años, cuando su amigo le pidió que lo ayude a recolectar dinero, para un presente a su enamorada; le gustó esa experiencia y lo hacía algunas veces. En ese entonces tenía una guitarra pero se le complicaba un poco por el tamaño del instrumento ya que los buses iban llenos, tiempo después en su cumpleaños le regalaron un ukelele, era más práctico y ya constantemente hacia esto. Ahora estando en la universidad decidió formar una banda con sus amigos, que no tiene más de 4 meses, llamada Paradero Band.
Así como Alonso Aparicio, en Lima existen miles, por no decir millones de historias por contar. Una de estas es la de Carlos Sánchez quién es un Barranquino que lleva más de 20 años trabajando en la Plaza de Armas haciendo pulseras, collares y aretes, en su mayoría; para extranjeros que vienen a llevarse un recuerdo de Lima y de paso una gran sonrisa, puesto que ser feliz y hacer feliz a los demás es una de sus mayores prioridades, de eso se dio cuenta hace dos décadas, cuando colgó el overol y el arnés que lo sostenía a más de 20 pies de altura, arreglando los imperfectos que se puedan dar en las plantas de electricidad en la ciudad.
Educación es el factor que resalta en Alonso. En la capital de nuestro país, abunda la competencia entre los tradicionales ambulantes y es más una rutina para el espectador limeño, presenciar distintos enfrentamientos por hacer valer una supuesta zona que ni siquiera les pertenecen. Este no es el caso de Aparicio, quien no tiene la mala manía por así decirlo, de ser discriminatorio ni ofensivo con algún competidor. Por el contrario, el intérprete suele contagiar con energías positivas a quienes lo oyen y en reiteradas ocasiones termina simpatizando y ¿Por qué no?, cantando una rolita con distintos artistas.
“Para hacer arte hay que sufrir un poco” menciona Martin Espinosa, un joven mexicano que viaja por el continente y que ha llegado a Perú hace unos 3 meses. Proveniente de Tijuana y con una profesión en la docencia de idiomas cuenta que por ahora vive del arte, concretamente tocando la guitarra en lugares como Barranco y Miraflores. Aunque lamentablemente solo le alcanza para comer pero para su suerte un amigo suyo que conoció en uno de sus viajes le ofreció hospedaje en su casa. Sus objetivos en el futuro no tienen que ver con formar un grupo para tocar, pues él ya ha vivido mucho tiempo de esto sino de combinar la pasión que tiene por la música con la docencia, así pues cuenta que quiere hacer música para gente que quiera aprender inglés, italiano y otros idiomas los cuales enseña.
Arte y talento hay, y sobre todo musical, en este caso, artistas callejeros de Barranco que, sin importar las inclemencias del tiempo o si su función artística guste o no de los demás, dedican segundos, minutos y horas de esfuerzo a su trabajo, sin importar propinas y colaboraciones a cambio de una armonía que llegue a toda la avenida. Con una presencia permanente percibida también por el público en plazas y parques, adornando calles y con el aire que los rodea, un melodioso, sensual y elegante sonido se escuchan por las tardes y noches, llegando a todo odio quienes pasen cerca de ellos, el jazz.
Acompañado de un atractivo y seductor instrumento de viento cónico, el saxofón, elemento principal de jazz para piezas musicales mostrando un nivel de belleza y onda armonizante. Dicho instrumento es el encargado de armonizar el estilo de vida de las personas y la mejor experiencia de un artista callejero es lograr que la gente baile, sonría y aplauda un talento. Nada mejor para un artista urbano alimentar ese poco que busca haciendo lo que le gusta, cada vez que hace sonar a ritmo de viento, el hermoso y seductor saxofón.
En la bajada para llegar al túnel de Barranco, debajo del puente, eres atraído por una melodía bella y única; al buscarla encuentras un enorme xilófono hecho de madera ¿eso de verdad es un xilófono?, el nombre adecuado de este instrumento es el balafón, un instrumento africano para quienes quieran hacer percusión y melodía. La persona que lo tocaba sacaba todo el potencial que podía tener este instrumento; gracias por eso, Pablo Cappa.
Argentina es el hogar de este trotamundos sudamericano, que ya ha visitado Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil; próximamente con las ansias de llegar a Paraguay y Chile. El autodidacta Pablo, está inclinado a las corrientes folklóricas de la música; enamorado del festejo peruano, espera ampliar su repertorio experimentando la música que ya conoce con la de los lugares que espera conocer.
Hace cuatro años empezó su viaje por Sudamérica, siendo la tercera vez en Perú y segundo día en Barranco; las melodías que él ofrece siempre son apreciadas por el público casual que obtiene. En el lugar donde suele colocarse, bajo el puente de los suspiros, se puede decir que le llueve el dinero. Dándole a Barranco el arte callejero que suele caracterizarlo.
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